El Palacio Salvo es una silueta que identifica a Montevideo, un símbolo de hormigón y hueso. Es Historia y presente. En él hay memorias y misterios, pasillos silenciados, pinturas escondidas en sus entrepisos, acordes de La cumparsita, ecos de grandes bailes en sus soberbios salones, historias latentes en sus recovecos, arquitectura simbólica, arte y, también, vida cotidiana de los habitantes pasados y presentes.
Lo vemos a diario, pero no hay mirada que pueda abarcar todo lo que muestra o sugiere.