Cuando todavía no había aparecido en la Argentina el colectivo Ni una menos, ni habían salido a las calles miles de chicas reclamando por el fin del patriarcado, María Elena Walsh escribía, cantaba y pronunciaba palabras incómodas, cuestionaba los rígidos roles asignados a mujeres y varones, se resistía a lavar los platos por mandato y se manifestaba contra la misoginia y la violencia machista. El feminismo reúne los textos que, como piedras preciosas y filosas, lanzaba desde diarios y revistas, columnas radiales, discos y escenarios. Escritos a lo largo de cincuenta años -algunos inéditos-, son de sorprendente actualidad, la confirman como la referente intelectual que trasciende generaciones y la revelan, además, como pionera y precursora de la reciente eclosión de los movimientos de mujeres. Sin perder el humor y la paciencia, Walsh persuade con naturalidad y el alcance de su compromiso ético la ha convertido en un símbolo que enriquece y renueva el feminismo en la Argentina.
«Quien no fue mujer / ni trabajador / piensa que el de ayer / fue un tiempo mejor / y al compás de la nostalgia / hoy bailamos por error».
«Las mujeres, como los negros, los colonizados, la clase trabajadora, a medida que tomamos conciencia, menos queremos dádivas; queremos lo que nos pertenece por derecho y nos arrebatan día a día, es decir, todo. Las mujeres, que fuimos custodias de la vida -para que fuera rifada en guerras-, queremos más que nunca defenderla de los fabricantes de muerte. Pero según, cómo y cuándo lo determinemos nosotras».
«El Movimiento de Liberación Femenina es una ideología revolucionaria, no exprimida de libracos apolillados, sino del cotidiano martirio de la mitad de la humanidad. Nace en las ferias y junto a las bateas, a la vera de las camillas de ginecólogos carniceros y a contrapelo de los viejitos célibes del Vaticano que vienen diagramando la conducta sexual según conviene a los intereses de los capitales y a las fluctuaciones del mercado bélico».
«¿Educamos a nuestras niñas para que en el día de mañana (si lo hay) sean ociosas princesas del jet-set? ¿Las educamos para Heidis de almibarados bosques? ¿Las educamos para futuras cortesanas? ¿Las educamos para enanas mentales y superfluas «señoras gordas»?».