En la década de 1980, Art Barbara no era lo que se dice popular. Era un estudiante solitario que escuchaba hair metal, tenía que dormir con un monstruoso aparato ortopédico por su escoliosis y había iniciado un club extraescolar de voluntarios en funerales poco concurridos. Por eso fue una sorpresa cuando una compañera de clase se apuntó al Club de los Portaféretros y le dijo que era una idea genial. ¡Si hasta se llevó su Polaroid para hacer fotos de los cadáveres!
Vale, esa parte sí había sido un poco rara.
Como también lo era su obsesivo interés por una famosa tradición de Nueva Inglaterra que implicaba desenterrar a los muertos. Y había otras cosas extrañas que sucedían siempre que ella estaba cerca, algunas bastante inquietantes? Pero eran amigos, así que no pasaba nada, ¿verdad?
Décadas más tarde, Art intenta darle sentido a sus recuerdos escribiendo El Club de los Portaféretros. Sin embargo, lo que parecía la forma ideal de reconciliarse con su pasado tendrá consecuencias insospechadas cuando su vieja amiga lea el manuscrito.
Difuminando a la perfección las líneas entre la ficción y los recuerdos, lo sobrenatural y lo mundano, la nueva novela del autor de Una cabeza llena de fantasmas y La cabaña del fin del mundo pinta el escalofriante retrato de una amistad tan inolvidable como perturbadora.