«Algo de la humedad me contacta con mi propia humedad. Me aislo en mis sensaciones y los niños se alejan como si lo notaran. Observo un caracol pegado a otro y pienso en mi cuerpo pegado a otro cuerpo. Cierro los ojos y hundo los dedos en la tierra arenosa, lo hago lentamente, penetrando cada capa con consciencia. Reconozco esa textura y la sensación de los pastos que ceden a mis dedos y se rompen, colapsan ante la tensión. A lo lejos los niños cavan un pozo.»
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