Durante varios años, todos los 14 de abril, varios compañeros, así como mis hijos, me llamaban para felicitarme por mi cumpleaños. Esas felicitaciones se fueron acumulando, hasta que me empezaron a generar cierta sensación de rechazo. Antes de que encontraran el berretín en la casa de Amazonas, ya se había acabado el despelote, la ruptura de las paredes y los diálogos obscenos de los milicos. La policía tuvo que llamar al juez porque había muertos. La presencia del juez por la muerte de Luis e Ivette, sumado a que ya no había a quien asesinar, porque no habían encontrado el berretin, es lo que nos salva la vida al Nato y a mí. Yo no lo vi con claridad, ni en ese momento, ni durante los años siguientes, recién empecé a valorarlo a raíz de las felicitaciones de cumpleaños los sucesivos 14 de abril. Sentía que me caian mal. Yo compré mi vida por la muerte de los Martirena. DAVID CÁMPORA Los meses previos, y los acontecimientos del 14 de abril de 1972 en la calle Amazonas 1440 y en Pérez Gomar 4392, sumado a los días siguientes con la colocación de bombas «en serie», la madrugada del 16 de abril para más de cinco vecinos del ámbito de la cultura, no dejaban dudas; si un ciudadano venía por la rambla hacia el este y veía una isla, al doblar a la izquierda, por cualquier calle que entrara, era conveniente andar con cuidado. Nadie podrá demostrar por qué «el escenario casi natural» de aquellos acontecimientos fue Malvín, ¿Acaso su mezcla de aire libertario con «el buen pasar», y su eterna vecindad, hizo de Malvín un santuario de líricos, donde es más fácil pedir ayuda por lazos de amistad, que por posiciones ideológicas? Un lugar donde su perspectiva al sur, desde sus playas a sus orígenes «malvinos», convoca a «cirios y troyanos» a filosofar sobre lo eterno. Quizás por eso, cincuenta años después (en su templo de la Playa Brava), es posible ver los domingos de mañana, en rondas con visos eucarísticos, a exintegrantes de la JUP (Juventud Unidad de Pie) con simpatizantes y militantes de aquel MLN-T, acaso con la idea de que el tiempo, y el barrio, lograron borrar casi todo.
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