La vida está repleta de ruidos silenciosos, estruendosos o discretos, que a veces se convierten en un grito impertinente y otras en palabras que se dicen demasiado bajo. Una vez más, el padre de Mafalda y genio de la viñeta hace alarde de su inteligencia e ironía para realizar un certero comentario sobre situaciones cotidianas con su característica dignidad, lucidez y ternura, aunque no por ello dejando de poner el grito en el cielo en una aguda disección del mundo que nos rodea.
¡A mí no me grite!
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