El plan de las plantas

Cuando hace unos años me enteré de que había un cordobés teatrero migrando a Uruguay, recuerdo que le dije a mi grupo íntimo de amigos/colegas/salvación que debíamos abrazarlo e incluirlo dentro de nuestra actividad cotidiana tanto humana como profesional, ya que no debía ser nada fácil llegar a un lugar nuevo a empezar de cero. Pero lejos de empezar de cero, él venía con un gran bagaje de lazos y saberes que tanto se ha dedicado a cultivar y desarrollar en este tiempo. Su habilidad para enredarse, plantando y haciendo crecer semillas de toda índole resulta ingobernable. Acaso de eso nace esta vez, esta enredadera teatral.
Pienso que, si hay plantas que tienen un plan, deberíamos prestar atención. Inmiscuirnos, conocerlo, estar al tanto. Entrelazando lenguajes, cine, música, poesía, teatro, Gustavo Kreiman arma un elaborado juego con personajes pertenecientes a distintos reinos y especies que, ramificándose entre ellos de maneras inesperadas y divertidas, sobrenaturales y no tanto, fundan así un posible nuevo orden. Mientras vamos conociendo a los integrantes de este plantel, asistimos a la elaboración casera de un documental dentro de una obra de teatro.
La lógica interna es precisa y detallada y se expande a través de la escritura en una gran gama de colores y texturas, mezclando para el banquete escénico ingredientes de diversa procedencia tanto desde lo conceptual como desde lo técnico. En El plan de las plantas sobrevuela un cuestionamiento ético sobre temas como el capitalismo, los prejuicios y cómo podría reinventarse de algún modo la manera de vincularnos y también de amarnos. Es una obra en la que los seres transitan sus avatares interpersonales, inmersos en un mundo que, mientras por un lado se respira real, con gran soltura deviene mágico.