A pesar de haberse quedado ciego a los noventa y un años, Andrea Camilleri no se dejó amedrentar por la oscuridad, igual que nunca tuvo miedo a la página en blanco. El autor siciliano escribió dictando hasta el final de sus días, y con la oralidad encontró una nueva forma de contar historias. Desde el principio de su ceguera, se aplicó al ejercicio de la memoria con la misma disciplina férrea con la que había trabajado toda su vida. Con persistente lucidez, se dedicó a hilvanar los recuerdos de una vida larga y prolífica, haciendo gala de una agudeza mental única y su particular visión del mundo.
Este libro nació como un ejercicio para practicar esta nueva forma de escritura, una especie de cuadernillo de vacaciones: veintitrés relatos concebidos en veintitrés días. En ellas, el autor rememora episodios clave de su vida, retrata a los artistas que tuvo en más estima y repasa la historia reciente de Italia, la que ha vivido en primera persona. Un juego literario donde se entrelazan sonidos, conversaciones e imágenes que nunca podrá sacarse de la cabeza.
«Me gustaría que este libro fuera como la pirueta de un acróbata que vuela de un trapecio a otro, tal vez haciendo un triple salto mortal, siempre con la sonrisa en los labios, sin exteriorizar la fatiga, el compromiso diario o la sensación constante de riesgo que ha hecho posible ese progreso. Si el trapecista mostrara el esfuerzo que le ha costado ejecutar esa cabriola, el espectador ciertamente no disfrutaría del espectáculo.»